Silencio (Cap. I)



Capítulo I

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Quince de enero de 1986.- En la madrugada de este día, nació una pequeña bebé a la que la llamaron Rose, “rosa” en inglés. La madre de esta bebé lamentablemente falleció en el parto, así que la pequeña Rose se quedó con su tía Hannah. Su padre, estaba en la cárcel, por cometer un gran fraude. Ésta bebé tuvo sólo un pequeñísimo problema: era muda. La vida de Rose iba a ser dura.

A los cinco años, aprendió a leer y escribir, lo cual era un éxito para Hannah, su tía, ya que ella se encargaba que Rose aprendiera igual que los niños “normales”. A la edad de ocho años, Rose ya estaba en la escuela. A ella le encantaba asistir a sus clases porque aprendía muchas nuevas cosas, lo cual era excitante.

En la escuela todos la querían y la apreciaban mucho. Rose estaba feliz con su vida, aunque no lo podía expresar con palabras, lo expresaba mediante dibujos o gestos cariñosos a sus seres queridos.
Rose era una niña muy dulce y simpática, de cabellos rubios y ojos como el mar, con piel blanca y pecas sobre sus mejillas rosadas.

Cuando pasó a cuarto grado, Hannah tuvo que cambiarla de escuela por falta de dinero, y la inscribió a una pública. Ahí, todo cambió para Rose. En su clase, habían unos niños muy groseros con ella, le decían: “¿Por qué no hablas? ¿Es porque te cortaron la lengua?” y se echaban a reír. Pero ella se contenía, lo soportaba y lo ignoraba, como Hannah le había aconsejado.

Así pasaron los años en la escuela y aquellos niños seguían molestándola hasta que un día ya no podía más. Su único consuelo era su “amiga por carta” llamada Alexa, que vivía en España y Rose siempre le contaba de sus penas y alegrías. Entonces, en todos los recesos, Rose se escondía para que no la molestaran. Su escondite era la biblioteca, en un rincón, ella se sentaba, comía su almuerzo y leía algún libro interesante. Ahí todo era paz y tranquilidad, no sentía la soledad. Rose convirtió su escondite a un lugar de paz en donde nadie la podía molestar. De vez en cuando las niñas la invitaban a comer con ellas, pero Rose les rechazaba cortésmente su invitación. Prefería leer un buen libro, tranquilamente.



Uno de tantos días, Rose encontró un libro llamado “Silencio”, le pareció interesante el título, así que lo empezó a leer. Se trataba de Dios, que en todas partes lo podemos encontrar, hasta en el silencio. Y Rose leyó en su mente: “Cuando estamos en silencio, podemos escuchar la voz de Dios…”, cerró el libro, pues quería probar eso. Por unos minutos, quedó en silencio, pero no escuchó nada. Rose estaba algo confundida: ¿por qué no escuché la voz de Dios?

Rose seguía intentando escuchar a Dios por varias semanas, hasta que le preguntó a su tía Hannah, escribiéndolo en un trozo de papel. Hannah, al ver el escrito, dijo: “Oh, Rose. Dios no te dirá algo cuando estés en silencio así porque sí”. Rose todavía no comprendía bien, así que Hannah le explicó: “Dios se comunicará contigo cuando más lo necesites.”, dicho esto, Rose quedó confundida.

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